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miércoles, 1 de noviembre de 2017

Mayas: la fascinación por lo desconocido

Ruinas de la ciudad de Tikal en Guatemala.


De entre todas las culturas precolombinas que habitaron y habitan a lo largo del continente americano, la civilización Maya es probablemente de las que mayor fascinación ha despertado en Europa a lo largo de los siglos. Desde la llegada de los colonizadores españoles a la península del Yucatán en 1511 se comienzan a realizar dibujos y descripciones de todo lo que encuentran a su paso en un afán por recopilar las características de pueblos con vestimentas, dioses y costumbres que se antojaban casi extraterrestres a ojos de los recién llegados. Son los monjes franciscanos como Diego de Landa, lo que llevan a cabo los primeros intentos por descifrar la lengua escrita maya yucateka aún sin éxito. También los que comienzan a realizar recopilaciones de información como el célebre “Las cosas del Yucatán” que el propio Landa hacía servir tanto para mantener la memoria de los pueblos de las Indias como para demostrar su carácter demoníaco y, por lo tanto, justificar la evangelización. Sin entrar demasiado en relatar las barbaridades acometidas en nombre del mundo avanzado, no hay espacio para ello, si me gustaría destacar que los cientos y cientos de códices mayas de corteza de árbol, en los que los escribas tan pacientemente habían volcado su conocimiento milenario, fueron quemados por ser considerados como obra del diablo. De todos ellos sólo cuatro se salvaron de aquella quema y acabaron repartidos por el mundo. Hoy día se conservan en Dresde, en París, en Ciudad de México y en Madrid, en las colecciones del Museo de América, de muy recomendable visita. Aunque hay que reseñar que lo que el espectador encuentra es una réplica exacta del original que se encuentra custodiado en una cámara a oscuras para garantizar su conservación.

Si damos un pequeño salto en el tiempo hasta el siglo XVIII nos encontraremos que, en ese momento, se llevan a cabo las primeras expediciones de carácter ilustrado. Ciudades como Palenque son estudiadas por orden de Carlos III, el mismo que antes de subir al trono de España, cuando era rey de Nápoles y Sicilia, manda las exploraciones de Pompeya y Herculano que, además, serán el punto de arranque de la corriente neoclásica que envolverá Europa. El “rey arqueólogo” como se le llamó, mandó una comitiva científica que realizó dibujos y descripciones de las ruinas dispersas por la Nueva España y que añadían más elementos al universo fantástico y exótico que imaginaban los ilustrados europeos a través de las imágenes y descripciones que les llegaban de las culturas primitivas alejadas del mundo civilizado.

Ruinas de la ciudad de Palenque en las primeras fotografías.

Es innegable la fascinación que desde el autodenominado “centro del mundo” sentimos por aquellas culturas que se encuentran en nuestra periferia y que conforman todo un universo mítico que llevamos alimentando desde hace siglos y que a su vez reflejamos en nuestras expresiones artísticas. No sólo a partir de las famosísimas campañas napoleónicas en Egipto o de los viajes de franceses, ingleses y alemanes por el norte de África (incluimos España aquí). Antes de eso, en un primer capítulo del exotismo, encontramos a los Aztecas, Incas y Mayas los cuales, con sus sacrificios humanos, sus inmensas pirámides, sus impresionantes tocados de plumas o sus mitologías indescifrables, consiguieron ganarse un lugar principal en todo ese imaginario colectivo.

Pero para cuando estas excavaciones ilustradas de Carlos III llegaban a la península del Yucatán ya hacía dos siglos que el último reino Maya, el de los Itzá, había sido conquistado y unos 800 años que las ciudades del Petén guatemalteco habían sido abandonadas debido a un evento final de su periodos clásico llamado “el colapso maya”. Hacia el 850 d.C. grandes y poderosas urbes como Tikal y Calakmul habían sucumbido al desgaste de la guerra y a una imparable crisis alimentaria que agotaba los pobres suelos selváticos y mataba de hambre a la población de las ciudades y que desembocó en un éxodo masivo hacia la selva y un claro abandono del medio urbano.

Hablamos de Aztecas, Mayas e Incas porque son los mundialmente conocidos pero, aunque comparten rasgos e influencia mutua, no pueden ser comparados de manera sencilla. La civilización del Yucatán tiene una cronología muchísimo más amplia que las otras dos, de hecho Centroamérica se considera una de las cunas de la civilización mundial ya que se encuentran indicios de la formación de civilización desde aproximadamente el año 3000 a.C. cuando los primeros pueblos empiezan a descender de las altas tierras montañosas hacia el llano.

La creación del mundo Maya dibujada por Diego Ribera en 1931.

El periodo clásico Maya, al que ya nos hemos referido, abarca aproximadamente desde el 200 d.C. hasta el  año 850 d.C. Un periodo marcado por la consolidación de grandes y potentes ciudades gobernadas por reyes sagrados junto a fuertes aristocracias militares, religiosas y científicas que alcanzaron un desarrollo envidiable. Es más, su conocimiento astronómico y matemático se considera de los más profundos y extensos de toda la américa precolombina. Y su lengua escrita, expresada a través de un sistema glífico con más de 800 significados diferentes, es una de las más complejas que se conocen y todo con una población que apenas sabía leer ni escribir. Confiaban su destino a unas élites que interpretaban los designios de los dioses a través de la lectura del cielo y de la formación de calendarios, la traducción del sistema ordenado de la bóveda celeste a un sistema cíclico que permitía organizar la vida en la tierra y, más allá, vaticinar los acontecimientos que se avecinaran, desde lo más sencillo, como la futura personalidad de un recién nacido, hasta eventos tan traumáticos para su sociedad como un eclipse de sol.

El sistema mitológico Maya es tan interesante como complejo y explica desde el origen del mundo, creado por los dioses, hasta el comportamiento de cada aspecto de la naturaleza, encajado en una lucha cíclica de divinidades. Toda su concepción religiosa la conocemos gracias al Popol Vuh, los escritos que la aristocracia Quiché lleva a cabo en el siglo XVI con la voluntad de reivindicarse frente el colonizador europeo y que hoy en día se encuentran al alcance de cualquiera haciendo muy fácil adentrarse en su mundo y quedar atrapado en una cultura cuya grandeza, sin duda, seguirá causando la admiración de medio mundo durante mucho tiempo.




Daniel Martínez
Técnico en Patrimonio Cultural
damarcultura@gmail.com

https://www.linkedin.com/in/damarcultura/

PARA AMPLIAR:

"Mayas: el enigma de las ciudades perdidas" en el MARQ (Museo Arqueológico de Alicante)

Mayas. El enigma de las ciudades perdidas. SPOT from MARQ Arqueológico de Alicante on Vimeo.


Colección precolombina del Museo de América de Madrid

Texto del Popol Vuh, según la traducción al español de Adrián Recinos




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